jueves, 3 de noviembre de 2011

MANUAL DE DEMAGOGIA PARA PRESIDENTES NOVELES


¡Por fin! ¡Por fin, luego de una extenuante campaña, besando niños de dudosa higiene, abrazando ancianas que no sobrevivirán a su mandato, y gritando consignas como si fueran argumentos válidos para defender ideas, al fin, Ud. se ha hecho con la presidencia de su país! ¡Muy bien! Ese logro, si bien es de lo más reconocible, solo es el comienzo; pues como pulula en boca de la sabiduría popular (que bien sabe Ud. que de sabia no tiene nada), “lo difícil no es haber llegado, sino mantenerse”.

El poder del voto lo ha dejado justo en donde quería, pero la democracia es solo un truco, una quimera, para que la plebe juegue a ser importante por un día; ya lo sabe bien. Ahora lo que concierne es no separarse del poder, o por lo menos durar lo suficiente como para tener la posibilidad de extraer una buena tajada monetaria para su merced y los suyos sin que tenga que trabajar seriamente más nunca en su vida.

El primer año de mandato será el tiempo que deberá usar para planificar todas las excusas, eufemismos y subterfugios que le ayudarán a atornillarse en el trono nacional. Durante este período, siempre podrá excusar su inacción bajo el pretexto de que no es posible hacer cambios en la realidad del país en tan poco tiempo. No se preocupe, que la gente siempre es muy condescendiente en esta etapa, y la popularidad que lo llevo a la presidencia aún necesita de un buen pretexto para comenzar a disminuir.

A partir del segundo año, cuando le corresponda dirigirse a la nación para presentar el saldo de su incipiente mandato, o simplemente porque ya es hora de afrontar al pueblo, es el momento de ejecutar las ideas que yacían preconcebidas durante el año anterior para estas circunstancias. Tome sus cuartillas planificadas, colóquese en la tribuna, aclare su voz, y comience.

Anuncie, para dar una certera estocada inicial, un aumento de salario. ¿A quién no le gustaría que se le aumentase el sueldo? Por supuesto, vuestra merced y los de su gabinete saben que dicho aumento cumple la doble finalidad de amortiguar la corrosiva y voraz inflación que carcome todo lo consumible, al mismo tiempo de alegrar a las masas. Pero nadie tiene que enterarse de eso. De hecho, si la inflación de su nación es de las más altas de la región, el sueldo de los lacayos que le eligieron ha de ser relativamente alto también (no más que la inflación, tenga cuidado en no subir los emolumentos demasiado). Si es así, jáctese, y con el pecho henchido vocifere que el salario básico en su país es uno de los más altos de la región. Y eso será, para su beneplácito, cierto.

¡Ah! Siempre hay posibilidades de que un opositor que quiera hacerse las veces de astuto lo interpele y le acuse de la gigante inflación que Ud. no ha podido manejar. Descuide. Para estos casos, los culpables perfectos son los especuladores: esa raza maligna de comerciantes que elevan los precios desmesuradamente, sin ningún tipo de respeto más que al que le deben a sus bolsillos. Exactamente eso es lo que debe decirle al pueblo; y le creerán, pues, después de todo, ¿quién tendría entre ellos el conocimiento y la lucidez para culpar al banco central de su país por tal desmán? La inflación la causa totalmente el especulador, la fórmula es sencilla y fácil de digerir.



Algo ventajoso adicional que le puede sacar a la inflación es que como los precios aumentan, aumentan también las importaciones (algunos pillos traidores a la patria comprarían bienes en el extranjero a un precio más bajo). Mientras más “movimiento” económico haya, independientemente de cómo sea ese movimiento, más aumentará el indicador de crecimiento económico. ¡Pues enhorabuena! Ante el incremento desmesurado de las importaciones, infórmele a la plebe que está aumentado el crecimiento económico de la nación. Un indicador que crezca económicamente y que no tenga explícitamente el nombre de “deuda”, no puede ser dañino, claro que no.

Otro tema que siempre engatusa, al igual que los sempiternos dogmas de la democracia y la libertad, es la educación. Es verdad, es de lo más irónico que gente no educada simpatice por esquemas políticos en donde se avale la educación, pero es que hay que entender que este concepto simplemente suena bien. Para el pueblo, tener educación es algo agradable, algo así como el camión de basura que pasa a buscar los desechos frecuentemente, o como que se pueda calentar la comida rápidamente en el microondas. Todo el mundo dice que es algo bueno, así que hay que tenerla. Y si tiene Ud. la audacia de acompañar el concepto “educación” con el calificativo “gratuita”, se los meterá a todos en un bolsillo. Garantizado.

No obstante, es más que evidente que una buena dosis de educación sería contraproducente para sus fines. Nada más valioso para sus proyectos que un pueblo inculto. ¿Cómo hacer entonces que el vulgo y que los organismos internacionales certifiquen que Ud. ha invertido en educación, por un lado, y que la población se mantenga ignorante, por otro? Pues, el secreto está en las variables “calidad” y “cantidad”.

Verá: tome parte del presupuesto nacional (menos del 1% está bien), e inviértalo en abrir todas las escuelas que pueda. Construya varias, pero solo enfóquese en la cantidad. De ninguna manera pretenda mejorar el pensum de estudios, o adaptar la enseñanza con base en la actualidad del mundo; ni pretenda tampoco mejorar el sistema docente, ni fomentar el pensamiento crítico. Produzca hombrecillos hábiles para el trabajo, pero que no piensen. De hecho, estipule como fuerte sugerencia que el trabajo es una virtud, expréselo emocionado en todos sus discursos.



Nadie podrá quejarse luego de que Ud. sea un mecenas de la educación. Capitalice ese agradecimiento de la gente y ese aval internacional en popularidad, y disfrute un poco más de los dividendos de ser presidente.

¡Un momento! ¿Qué ocurriría si las empresas privadas, en vista de la situación económica nacional, deciden irse del país? ¿Cómo quedará usted? Pues sin duda, no solo tendrá que importar bienes e insumos desesperadamente, sino que también es bastante probable que deba producir bajo el manto y subsidio de los fondos públicos lo que antes era producido por ese cobarde y malagradecido sector privado. Pues sáquele provecho, y cuando su voz se escuche en el eco de los micrófonos delante de las multitudes, explote el chovinismo, ocurra a la patria, y manifieste con alegría que la soberanía nacional es la causa de que todo ahora se produzca en el país. ¡Aplique el nacionalismo a ultranza! Ese que a la gente sin méritos propios le encanta usar para sublimarse y creerse importante. Suelen ser mayoría.

Después de uno o dos años más, la contracción económica reinante se hará sentir de tal manera que será palpable en las calles la decadencia social y el aumento de la pobreza. Prepárese, pues algunos organismos internacionales entrometidos intentarán cuestionarle. No obstante, existe una manera de tomar ventaja del asunto, pues bien se sabe que estos organismos se mueven por las cifras estadísticas y no por la profundidad de los acontecimientos.

La solución es de lo más simple. Diga: “ha aumentado el índice de igualdad”. Y ya, es así de sencillo. Si los estratos B y C de su población disminuyen su poder de ingreso, y si sus políticas son esencialmente populistas, manteniendo por lo tanto a los estratos D y E en donde estaban; pues, traducido todo esto a cifras, se habrá reducido la brecha entre clase media y clase humilde. ¡Igualdad para todos! Pero recuerde que nadie debe enterarse que la cucharada rasa de la igualdad se ha hecho hacia abajo y no hacia arriba.

Y si aún no le creen con lo de la riqueza, apele siempre a la cantidad monetaria de sus reservas internacionales. Pronuncie cualquier cifra que termine en “millardos de dólares” al referirse a ellas, y no tendrá que angustiarse de que lo acusen de catalizador para la miseria. Evidentemente, bajo ninguna circunstancia mencione el gasto nacional de sus importaciones, ni mucho menos el monto de la deuda pública, pues corre el riesgo de que su pueblo sepa sumar y restar y saque así conclusiones inconvenientes para su proyecto.

Por lo demás, trabaje siempre, y en paralelo con todo lo anterior, en mimetizarse con la gente. No solo le ayudará a mantener la popularidad, sino que también es una inversión a largo plazo. Inevitablemente tendrá que entregar la presidencia en algún momento, y no hay nada más beneficioso para volver al poder que dejar un vínculo emocional importante en la gente. Poco importan sus logros si su carisma natural saltando charcos en las barriadas cala en el corazón de más de uno. Sonría siempre que le de la mano a otros presidentes, vístase alguna que otra vez con el traje típico de país y procure que esté confeccionado por una humilde señora. Decretar días feriados siempre será uno de los mejores obsequios, y contar chistes en las alocuciones será agradecido con sonrisas. Nunca olvide la inclusión de todos los protagonistas de su séquito; haga énfasis en ello con una buena introducción discursiva, imprima pasión en el exordio, bajo el estilo “ciudadanos, ciudadanas; trabajadores, trabajadoras; ingenieros, ingenieras; caballos, caballas…”


En fin, siga estas sugerencias, que si bien no son todas, son algunas de las más importantes para poder hipnotizar tranquilamente a su gente. En su retiro, habiendo sido ya vuestra merced un capítulo histórico del camino de su nación, podrá contar además con una merecida fortuna que le permitirá disfrutar de su vejes con dignidad.

“Saber es poder”. Auguste Comte.






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sábado, 29 de octubre de 2011

YO SOLO SE QUE NO SE NADA


El lugar común que es la frase de Sócrates le ha dado muchas cosas que decir a los filósofos y los no tan filósofos. El personaje que profirió el aserto es de por sí misterioso, sobre todo por el hecho de que no dejó nada escrito y eso da pie a multitud de ambigüedades. Algunos dicen que él es el padre de la filosofía; otros, en cambio, desprecian sus enseñanzas, que según ellos, ni siquiera fueron tales. En cualquier caso, no se puede negar el atino de la frase que no solamente sirve de título a esto que escribo, sino que además es su contenido y su fondo.

El pensamiento brillante que profirió aquel barbudo vale lo que cualquier obra escrita. En él queda expresada la única certeza que debe tener cualquier hombre de genio y es la de saberse ignorante. Partir de la convicción de que se es un ignorante, de que lo que se sabe es aún poco, es el nervio latente que confiere vitalidad a toda aspiración intelectual. Ese conocimiento inseguro de sí mismo, que se asume como poquísimo, que se siente anodino comparado con la amplitud de conocimientos posibles, es el germen de cualquier empresa intelectual. Y a medida que se sabe más se sabe que se sabe menos, en la medida que se hace uno menos ignorante, quiero decir más ignorante, se percata uno de la ominosa realidad que es la de nuestra insondable finitud. Finitud: asumirla y no quererla más. Esa es la máxima de cualquier hombre con inquietud vital, y para llegar a ella, necesitamos movernos a través del hilo conductor que es este juego de palabras del filósofo griego.

De nuestra finitud habla Novalis diciendo: “la filosofía es en realidad nostalgia, un impulso de estar en todas partes en casa”. Nostalgia de sabernos finitos, radicalmente finitos, y no quererlo ser más. Ser menos finitos, infinitos, no morirnos, “estar en todas partes en casa”, sin tiempo o con todo el tiempo; sin espacio, o con todo el espacio; ser cada cosa, ser todo sin dejar de ser nosotros mismos. Conocer, abarcar, multiplicarnos y la realidad concomitante: nuestra propia finitud; que aunque queramos no podemos, que aunque no queramos nos morimos. Al final nos queda sólo eso, saber que no sabemos nada, que somos ínfimos, limitados e irremediablemente nostálgicos.

Pero, ¿para tener nostalgia no hace falta que nos hayan quitado algo, que nos arrebataran algo que nos pertenecía? Cada hombre que piensa, se da cuenta que le han quitado algo, que no puede llegar a ser plenamente sin ello. ¿Y que es aquello que nos da nostalgia entonces? Spinoza escribe: “cada cosa se esfuerza, cuanto está en su alcance, por perseverar en su ser”. Y esa proposición es nostalgia, cuando el judío que elaboraba cristales escribe eso, hace referencia al hombre, al hombre que quiere seguir siendo, al hombre que no quiere dejar de ser nunca el mismo, al hombre que de un tajo, cuando piensa, cuando reflexiona, cuando razona, le quitan o se quita el mismo, la posibilidad de perseverar en su ser. Se da cuenta de que aquello es imposible, de que aquello es absurdo, de que un día aunque no quiera volverá a la nada, dejará de ser, de sentir, de ser nostálgico. De allí la nostalgia, nostalgia de lo que queremos ser y no podemos, nostalgia de algo que pensamos podíamos ser pero no podemos serlo ya.

Y entonces las reflexiones se repiten, se superponen. Pero nostalgia no es resignación, el hombre no se resigna, el hombre se inventa dioses que lo inventaron, el hombre estudia, viaja a otros mundos, busca acabar con su finitud. No se resigna dijimos, no se resigna a ser finito, perecedero, de allí la fe, fe en los absolutos, fe en Dios, fe en la historia, fe en la materia. Filosofar es al final no querer ser más finitos, toda filosofía parte del sentimiento de su propia finitud, y busca acabar con ella. Pero sólo se logra filosofar mirando las cosas con la mirada esencial, que es simple, y sumamente ingenua. Y esa ingenuidad pasa por asumir la frase socrática.

Filosofar es darse cuenta que lo que se sabe no sirve de nada si no se penetra en las cosas. Analizar el fondo de las cosas, o de la cosa, objeto siempre de nuestras reflexiones, que es nuestra finitud. Filosofía de la finitud, redundancia: filosofía es finitud.



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viernes, 7 de octubre de 2011

MOTIVACIÓN, CAPITALISMO Y DESARROLLO



M o t i v a c i ó n

Motivación, según el diccionario: Animar a alguien para que se interese por alguna cosa. Definición parca, pero útil. La palabra motivación la usamos frecuentemente y en situaciones tan diversas, que a veces no nos percatamos que su fondo forma parte fundamental de la historia y abarca parte, no menos fundamental, del devenir de la humanidad.

   El hombre, ese animal racional de Linneo, y sentimental de Unamuno, ese bípedo implume de Platón y Homo Faber o Sapiens, de otros tantos; es además, un animal motivado. Quizá suene demagógico o complaciente, pero todas las denominaciones anteriores son ciertas, tienen algo en común. Y es que todos los que las concibieron añadieron a la palabra animal (o a Homo, es igual), que sola suena igual a tripa o ascensor, un calificativo distintivo, propio de nuestro género, humanizándola. De esta forma, las denominaciones fueron fácilmente asimiladas por el mundo y sobre todo por los que, sensibles de su humanidad, entendieron que el hombre es el único animal que razona, el único que hace, siente y sabe, y como no me viene otro a la mente, el único que, en su condición de bípedo, fue privado de su plumaje-al menos que le quitemos las plumas a un pollo como hizo Diógenes. Ahora bien, dentro de las designaciones anteriores hay una que introduje sin permiso. Dije: animal motivado. Sí, no fue un error y si de algún modo lo fuera, no es por lo de motivado, sino por lo otro, lo de animal. Lo importante de todo esto es saber que cuando la motivación falta el hombre de pie fenece, o por lo menos sus aspiraciones. Ya lector, te darás cuenta por qué.

   Sí bien es cierto, la motivación, definida arriba, pude ser una disposición interna, como venida de dentro y transmitida con la acción y el discurrir del individuo, es más cierto todavía que son pocos los hombres que en un medio sin alicientes, se auto motiven, supeditando sus acciones a un fin más allá de lo aparentemente posible. Gran parte de los individuos son movidos por cuestiones exógenas e inmediatas, y por disposiciones del medio. A qué me refiero, usemos un ejemplo sencillo: En la “Universidad X” el sistema de calificaciones sólo abarca dos categorías si se quiere: la primera, la categoría de aprobado; La segunda: la de no aprobado. Por tanto, el estudiante, independientemente del nivel de conocimientos que posea, sólo podrá pertenecer a una de las dos; es decir, el individuo que cumplió con los requisitos mínimos para aprobar tendrá la misma calificación, que el que habiendo profundizado más en el estudio, debería pertenecer a otro grupo (el de aprobado con creces, por ejemplo). Salta a la vista que los estudiantes en esta universidad adquirirán los conocimientos necesarios para aprobar y no centraran su empeño en conocer a profundidad el material. Porque, en definitiva ¿para qué conocer más si mi nota será igual? Indiscutiblemente, habrá un grupo de individuos -reducido, pienso- capaz de sustraerse de la situación, estos adquirirán sus conocimientos sabiendo que al final la nota no es determinante, sino el conocimiento en sí.

   Concluyo: Son personas marcadas y con disposiciones muy especiales las que pueden hacer frente a su entorno y obrar en grande, la motivación es consustancial a ellos y no requieren que de alguna forma se la inoculen; de resto son pocos los capaces de obrar y superarse sin que el medio los motive y haga posible sin esfuerzos sobre humanos el desempeño de sus vidas. En un medio sin posibilidades, el mejoramiento es difícilmente conseguible.
Si no se desprende de lo dicho antes la relación existente entre la motivación con el desarrollo de las sociedades, trataremos de explicarlo más adelante.

C a p i t a l i s m o  y  m o t i v a c i ó n,  o  i g u a l d a d

“Bajo toda la vida contemporánea late una injusticia profunda e irritante: el falso supuesto de la igualdad real entre los hombres.” Ortega y Gasset.

“La igualdad hace disminuir la felicidad del individuo, pero abre la vía para la ausencia de dolor de todos. Al final de la meta estaría ciertamente la ausencia de dolor, pero también la ausencia de felicidad.” Nietzsche.

Muchos sueñan con un mundo donde las desigualdades no existan y donde el dinero se sustituya por el trueque. Pero la verdad es que la desigualdad es propia del hombre y al parecer, el dinero también.

   Nunca entendí el término de igualdad que enseñan en política, no lo comprendí por el simple hecho de que nadie pudo explicármelo jamás; en mi mente, lo que intentaban exponerme sin convicción, rebotaba y se iba por el mismo lugar por donde entró. Esto sucedía, y ahora me doy cuenta, porque contradecía a aquel signo genuino y fácilmente representable, el signo lógico-matemático, que simboliza, simplemente, que dos cosas son similares(o tres, o cuatro). Debemos admitir, y con sinceridad reconocer, que la tan repetida palabra igualdad, referida al hombre en sociedad ¿a eso es a lo que se refiere?, cuando está sola, no tiene significación verdadera o sólo una efímera; en cambio sí lo tiene la otra, la única igualdad, que se usa en las matemáticas y en la lógica, y cuyo significado está bien constituido en nuestro lenguaje. Esa última igualdad, al ser la única cognoscible, es la que tiene posibilidad de representación en mi mente; cuando alguien se refiere a la primera se me aparece inevitablemente la segunda. En fin, de la abstracta igualdad que intentan enseñar algunos, y de la cual hacen referencia las ideologías ramplonas, que cada quien recurra cuando le plazca (como ha sido siempre). Dije, al principio de este párrafo, que la igualdad de los cursis, la igualdad humana- que es un oxímoron igual de absurdo que decir el “cristiano ateo”, o el “gato ladrador”-, contradecía el concepto que tenía ya en mi mente, y lo hacía simplemente porque no me imagino a otro hombre igual a mí ya que al pensarlo me pienso a mí mismo. Mi ejemplo, ciertamente, no tiene representación posible, acaso la tenga y mi imaginación sea más corta que el vuelo de una gallina.

   En todo caso considero que la igualdad aplicada al hombre es atroz. El individuo humano, en tanto individuo, tiene como condición primaria la de ser único, un sistema basado en la igualdad es un sistema falaz en su zócalo. En contraposición a los animales, el hombre propende a la desigualdad; el hombre es tanto más hombre en cuanto más diferenciada sea su acción; cuanto menos lo sea, más por el contrario, se parecerá a las vacas, que no se diferencian unas de otras. Somos todos diferentes porque nuestras capacidades intelectuales son distintas, tenemos entre individuos dispares aspiraciones, disposiciones morales disímiles y concepciones religiosas múltiples. La igualdad es por tanto sólo consumada en el mundo de las ideologías, y las abstracciones; en el mundo de verdad, la igualdad no es posible, como no es posible que un pez, atacado por las ansias de ser distinto, viaje en dirección opuesta a su cardumen; si alguno, ávil nadador, lograse desprenderse de su grupo, no sería por perspicaz, sino porque perdió el sentido de la orientación y sería consecuentemente devorado. El animal distinto es un error, en tanto que en el hombre, la distinción es su característica definitoria. En una palabra: dejémosle la igualdad a las ideologías ramplonas, que mientras, los hombres de verdad, nos nutrimos de su opuesto.

   Respecto al dinero, a algunos les parecerá contradictorio que después de miles de años desde su invención, sigamos utilizándolo. Las relaciones humanas, ya desde fechas harto lejanas, no se conciben sino a través del capital. ¿Por qué persiste? Creo que la riqueza es una fuente de motivación sustancial, y aquí es donde quería llegar.

   Algunos individuos centran sus acciones en descubrir nuevas teorías, otros en escribir novelas, otros en cambio intentan socavar las bases del hombre proporcionando nuevas luces acerca de su fondo. ¿Pero qué hay del individuo promedio? ¿Qué hay del que le interesa más bien poco de que material está hecho? Pienso que ese hombre, caracterizado muy bien por Ortega y bautizado por él como hombre-masa, tiene como una de sus motivaciones fundamentales el dinero. Es la riqueza una de las formas que posee para salir adelante, su motivación parte de ella. La aspiración de superarse por medio del capital, no es desdeñable, ni mucho menos inhumana: ha servido para sacar a países enteros de la pobreza. En China, desde que es el país capitalista por antonomasia, han surgido cerca de 250 millones de personas de la miseria. El capitalismo es pues el sistema que permite al individuo ser el hacedor de la economía, y hace partícipe del desarrollo a todos y no sólo a los más capaces. Es en fin, fuente de motivación.

   Ahora bien, el capitalismo debe entenderse como lo que es, un sistema económico y no más, muchas veces se le atribuyen faltas que son propias de resquebrajamientos más profundos, atinentes al fondo de la sociedad y a sus formas de estructuración reales. La moral, la ley, y la religión. De ellas hablo.

¿V e n e z u e l a   u n  p a í s   m o t i v a d o?

Presenciamos cómo continuamente hacen referencia a la flojera Venezolana para dar explicación a los problemas, muchos se entretienen formulando teorías de parvulario sobre esto. En sus exhaustivos doctorados llegan a la conclusión de que ella forma parte de nosotros porque el calor del trópico afecta a los habitantes de estas tierras negativamente, los menos; y de que estamos destinados por nuestras raíces múltiples a colgarnos de la hamaca, los más. Otros, antropólogos de parrillada dominguera, diseminan y repiten como un loro, que la viveza forma parte de nuestra idiosincrasia así como el gusto por las caraotas. Unos, los tontos menos agraciados, apelan al ¨imperio¨ para explicar los ranchos de petare. De esta forma, tanto el teórico de parvulario, como el antropólogo de parrillada, queda satisfecho, convencido de que todos los problemas se reducen a esta o aquella otra cuestión. Pero al que no le hacen mella estas caracterizaciones pobres y estos culpables tristes, se da cuenta de la abrumadora amplitud del asunto y lo poco susceptible que es de generalizaciones y juicios cortos. En fin: tontos, vivos y flojos hay en todas partes y no creo que Venezuela sea un lugar especial donde convivan en mayor cantidad.

   A veces los problemas es mejor mirarlos de soslayo y no dejarse engañar por las impresiones de frente, que nos deslumbran. Así como la luz, enfocada sobre un objeto en ángulo abierto, aún incidiendo con menos intensidad, abarca un área mayor que si se enfoca perpendicularmente. Cuando hablamos del subdesarrollo de nuestro país es bueno deslindarse de determinismos que complican la labor de comprender. Ignoro en gran medida cuales son las causas, son tantas y tan complejas que no está en mis manos conocer su forma. Ahora bien, siento que en el círculo vicioso de la pobreza y el subdesarrollo existe un factor que es a la vez causa y efecto, hablo de la desmotivación. No creo, como dije, que la flojera, el conformismos, o la viveza sean partes del ser Venezolano, pero si estoy convencido que son el reflejo aparente y mal entendido de la esencia real del problema. Personas conviven en situaciones verdaderamente complicadas; los barrios de Venezuela son, sin lugar a dudas, lugares donde las caracterizaciones simples de las que hablábamos quedan desdibujadas por el acontecer de la realidad, quedan convertidas en juicios injustos. Familias apiñadas, drogas, delincuencia, deserción escolar… Pongámonos en la piel del que sufre en ese entorno y veremos que la desmotivación y la falta de alicientes es el factor verdadero que condiciona a los demás. Las posibilidades de mejorar en un ambiente tan hostil, definitivamente son pocas; es abrumadora y hasta sobre humana la tarea que debe hacer cualquier venezolano para mejorar, en esas condiciones, sus condiciones.

   Para formar sociedades en donde las posibilidades de superación sean verdaderas y no estén enhiestas en un escalón inalcanzable, es necesario la construcción de instituciones sólidas, por un lado; y permitiendo que la riqueza del país sea de todos, por el otro. Esto último no consiste en repartirlas como si fueran regalos, como pretenden los gobiernos megalómanos y con pretensiones de omnisciencia. La verdadera solución es la construcción de una economía donde el individuo y no el conglomerado sea su hacedor y los sistemas de producción estén supeditados a él y no al interés nacional -término tan ambiguo y mal usado, que bien puede significar el interés de todos, como el interés de un degenerado-. Así pues el capitalismo, entendido en los términos planteados y como lo ha demostrado la historia, es el sistema que procura el desarrollo. De esta forma, la posibilidad de que los hombres sean los constructores verdaderos de la economía y no el estado, está relacionada y queda incluida, en una de las circunscripciones fundamentales de la democracia, que es el derecho de que cada quien tenga lo suyo, el derecho en fin: a la propiedad. En una palabra, la democracia subsume a la propiedad y sin esta última, la primera no es. Cuando el sustantivo “propiedad” va acompañado de unos adjetivos adjuntos que bien pueden calificar a un rebaño, como son: “social” o “comunal”, las consignas formadas, “propiedad social” y “propiedad comunal”, respectivamente, se convierten, por un método semiótico, tal vez sintáctico, o mejor, simplemente, por un método sin-tacto, en la negación de la palabra contenida en ellas, en la contra-propiedad, pues; una contradictio in adjecto.

   Para terminar digo, que debemos defender al hombre entendido como ente individual y motivado. Diluir su individualidad en la sociedad, como pretenden algunas ideologías que se revelan nada más por el nombre, es como intentar desviar el curso de un río con un muro de cartón. No nos dejemos llevar por los que construyen con cartón y aceptemos los ejemplos de concreto de la historia; el desarrollo es posible en los términos ya planteados, es decir, entendiendo que el hombre corriente se mueve por motivaciones y que las suyas están muy unidas al capital, no más.









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domingo, 25 de septiembre de 2011

"LA VUELTA AL MUNDO EN 80 DÍAS" - JULIO VERNE. Comentarios.


Hay maravillosos momentos en el devenir de la literatura en los que la experiencia se combina gratamente con la técnica, con la creatividad, con la oportunidad y con el talento. Toma de un niño compulsivamente curioso su apetito cultural; encáusalo en la geografía, en las letras, en los saberes, en el mar y en la libertad. Que el jovencito crezca feliz y con mirada brillante, hágale escribir, aproveche cuando llegue la madurez de su espíritu, incítele, y obtenga un clásico como “La vuelta al mundo en 80 días” de un Julio Verne.

   Las peripecias de Phileas Fogg y Passepartout fueron expresadas en la madurez literaria de Verne, pero, a pesar de que esta sea la opinión común, es menester decir que aún se puede sentir entre líneas cierta candidez y chasta cierta fragancia naïve. El niño Verne está escondido ahí: detrás de cada conclusión feliz, detrás de cada conflicto resuelto, detrás de cada heroísmo, e incluso en el afluente mismo de la novela; cuya culminación, según éste que suscribe las presentes líneas, hubiera sido perfecta justo cuando Fogg le cierra la puerta en la cara a su sirviente para quedarse a solas con Aoda. Las demás palabras garabateadas en son de remate, sobran.

   En contra de tales ideas, muy bien se pudiera argumentar la textura decimonónica en la que se desenvuelve el relato, y sobre todo, en la que vive Julio Verne. Y razón no falta, pues mucha inocencia era patente aún por aquellos días. No obstante, el ser humano ha sido complejo siempre, y no calza, por ejemplo, en la cuadratura que Verne le ha dado a Fogg ni al buen Passepartout. ¿Cómo se explica, rasgando lo primero que viene a mente, que el frío, calculador e imperturbable Phileas Fogg haya sido un marinero? ¡Y uno experto ante oleajes bravíos, además! Verne tenía experiencia como navegador, lo cual multiplica la perplejidad que causa el asunto.

   Y de expertos bucaneros que de alguna manera se vuelven millonarios, metódicos y flemáticos, también queda la angustia de un Passepartout que, a despecho de ser francés, se descarga en él toda la juventud y pasión que le falta al primero. ¿Búsqueda de un balance, quizás? De acuerdo. Pero el balance existe también en ese árbol de contrastes que echa raíces en el interior de todas las personas. En pocas palabras: no hay personas lineales. Personajes lineales, tampoco debería.

   Que se opine, empero, que precisamente ese doble juego con Phileas Fogg sea indicio del árbol de contrastes referido, solo Hay un niño escondido detrás de cada pequeña victoria en el relato.prepara otra observación. Como ya se ha dicho, no hay espíritus lineales en el mundo, pero por otro lado, al experimentar con este hecho, con esa no-linealidad, tampoco es válido realizarlo con saltos, con tonos discretos, con teclas de piano. Se es blanco y negro, se es bueno y malo, racionalista e impulsivo; todo a la ves, sí, pero de una cima no se salta a la otra, sino que más bien se transita por el valle que separa a las dualidades. Muy bien, Phileas Fogg no pudiera ser un personajes lineal, pero entonces hay que reconocer que carece de transición, de continuidad. No se puede ser marinero y una máquina humana de racionalización de golpe.

   Otro asunto bien curioso es la descripción, casi peyorativa, que Verne realiza de los estadounidenses, o “americanos” –valga el eufemismo. Un territorio en dónde todo puede pasar, en donde los problemas son resueltos a puñetazo y disparos, es la impresión que deja el autor al trazar el retrato de la Norteamérica de finales del siglo XIX. Y quizás no le falte razón, pero se siente la ya clásica afincada del francés contrariando el estilo de vida americano. Aún siendo así, se ha de asentir con Verne ante las evidencias históricas de la barbarie estadounidense. Fue verdad. Por cierto, ¿todavía lo será?

   Pero entre todo esto, abunda la aventura y el humor. Resulta muy difícil no sonreír mientras se lee el relato, sobre todo ante las variopintas sorpresas que le suceden al buen Passepartout y ante las enrevesadas elucubraciones del agente Fix. Lo hilarante de algunos episodios y la adrenalina que otorga la curiosidad de saber cómo se desarrollará (más no cómo terminará) la historia es el verdadero enganche de este Julio Verne de estilo rococó.

   Y es cuando se llega al final de la narración que se adivina porqué ese niñito escondido en Julio ha decidido escribir tal historia. Es la admiración hacia la ciencia, el móvil de todas sus novelas, la que no hace excepción en este relato. Y así, explicando cómo es que se puede ganar un día más en nuestro calendario si se recorre el planeta sin descanso en dirección oriente, justo así, es que Verne se siente finalmente satisfecho con la obra. Casi se le escucha envainar la pluma en el tintero una vez culminada esa idea.

Cordiales saludos.





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domingo, 11 de septiembre de 2011

JOSÉ GREGORIO Y EL EXTRAÑO ARTEFACTO MÓVIL ARROLLADOR


Respecto a la muerte, a título personal, son varias las ideas que bien pudiera barajar inspirándome en ella. Uno morirá eventualmente, y tal vez sea sano ir considerándola como una certeza que puede llegar sorpresivamente. Con el tiempo, cuando la aceptamos como una amiga (de hecho, una de las mejoras amigas de la vida), ya no causa tanto temor recrear el fallecimiento de uno mismo. Puede que incluso se convierta en nuestra musa, en algunas circunstancias.

Pero persiste un pequeño pavor en mi persona, que no depende ya de la patente mortalidad de todo lo que vive, ni de la extinción definitiva del “yo” (que según las creencias de cada quien, puede este “yo” ser, incluso, uno post mortem). No. El temor del cual todavía no me zafo es el del cómo. ¿Cómo moriré? –me pregunto en ocasiones. Y aunque podría aceptar con entereza una muerte dolorosa, no podría hacer lo propio, empero, con una muerte absurda.

¿A qué denomino una muerte absurda? A, más precisamente, lo que se estila como una muerte ridícula: morirse si nos caemos en la ducha, si nos atragantamos con la comida, si nos resbalamos con excremento de paloma, si nos ahorcamos sin querer con una bufanda atorada, si nos da un infarto haciendo la pirueta sexual del “canguro apocalíptico”, si morimos en una colisión en la autopista por enseñar el trasero por la ventanilla mientras hacemos de chofer...

Uno pudiera tener una vida heroica, intachable, ser un guía legendario destinado a la inmortalidad. De generación en generación cantarían nuestro nombre y recitarían los momentos épicos de nuestra existencia. Eso hasta que, después de toda una vida de lucha y respeto bien conseguido, te dispones a bajar al gato de una mata del jardín, te caes y te fracturas el pescuezo con la ponchera de la tortuga. Que nadie se olvide, por ejemplo, de la muerte sin honor del gran Vito Corleone;  ¡que más vale que lo hubieran matado bajo esa lluvia de disparos del atentado, hombre! Afortunadamente, y en contraste con Don Vito, hay varios ejemplos de vidas y muertes honorables, que son las que persigo:

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En esta línea de pensamientos, imaginen por breves instantes que están en la Venezuela de un incipiente siglo XX, en 1919 para ser exactos. Juan Vicente Gómez apenas tenía 9 años como dictadorcillo, el país era mucho más rural que el de ahora (¡imagínense!), la población estaba diezmada después de poco más de cien años de guerra, y se podría decir que los hombres no abundaban mucho por la misma razón.

Con ese contexto, José Gregorio Hernández iba caminando por la calle tranquilamente, pensando en quién sabe qué (aunque el vulgo le atribuya la más pura de las elucubraciones), cuando de repente, ¡pum! ¡Lo arrolló un Ford-T modelo de 1918, nuevo de paquete! Debo aclarar rápidamente, sin embargo, que lo de “de repente” no es más que un recurso narrativo, porque, si nos volcamos al análisis de los hechos, el impacto tuvo que haber sido precedido por un tiempo bastante considerable como para poder hacer efectivo un esquive del vehículo.

En efecto, José Gregorio, mientras caminaba por las calzadas de La Pastora, tuvo, en primer lugar, que haber sido alertado por un curioso ruido no muy frecuente. Como es de suponer bajo el manto del sentido común, los automóviles no eran muy conocidos en aquellos días y de seguro cualquiera de ellos llamaba mucho la atención, cuadras a la redonda -y con lo esnobista que ha sido el venezolano siempre, ni hablar.

Si estas no tan extravagantes conjeturas, según mi opinión, son ciertas, el Ford T se acercaba con chirridos rechinantes y temblorosos, y a la velocidad vertiginosa y alucinante de 30 kilómetros por hora…, según lo que se encuentra documentado por testigos del suceso. Sí, todo un peligro. Pero por si fuera poco, si la siempre notoria curiosidad de los transeúntes cercanos no hizo mayor mella en la atención del buen doctor, y si las pulsiones cíclicas de un cachivache con ruedas y Parkinson tampoco fueron dignas de alerta, no se justifica que el protagonista de este accidente haya tenido la posibilidad de ver el automóvil y darse el tupé de exclamar “¡Vírgen Santísima!” en vez de agilizar el paso.

Así es señores, el automóvil se avecinaba con su escándalo vibratorio de piezas flojas, y José, en vez de librarse del peligro con un salto ágil, se queda ahí, lelo, hipnotizado, viéndolo acercarse e invocando a la Vírgen de la impresión. ¿No te digo yo? Hay una película de Austin Powers en donde, estoy convencido de ello, una de sus escenas está inspirada en el arrollamiento de José Gregorio: 



Pero la historia no termina allí, es peor. Después de que el doctor, a causa del impacto, saliera despedido cual muñeco de trapo, es menester recordar la tercera Ley de Newton, que para los no entendidos reza así:  

*Isaac Newton es igualito a Christopher Lambert.
"A toda acción siempre ocurre una reacción idéntica en sentido contrario. Que destaque esta conclusión como ley física y no como justificativo para karmas, o para presuntuosas y farsantes leyes de un universo que cumple deseos humanos."


A lo que voy con esto, es que el topetazo que José Gregorio recibió fue exactamente igual al que recibió el auto. Ahora bien, esos autos de antes no eran como los de ahora, que por razones de seguridad son de carrocería deformable, para que sea ella la que absorba el choque en vez del piloto. No. Los autos de antes tenían carrocería de hierro y acero, y eran tan amigables ante los choques como lo es el guantazo de un boxeador recibido en la quijada.

José Gregorio salió bombeado, es verdad, pero dificulto que el Ford T y su chofer salieran ilesos del accidente. Dada la rigidez del sistema, la energía del impacto fue transmitida muy seguramente, y casi sin pérdidas, al conductor, que sin ningún tipo de protección moderna (cinturón de seguridad, airbags, ergonomía avanzada, carrocería deformable) con certeza le clavó la boca al volante y cuyo sombrero aún debe estar buscándose como reliquia del suceso.

¿Y cómo habrá quedado el coche? Pues probablemente con el radiador hecho trizas, cosa que es más dolorosa cuando recordamos que los vehículos eran entonces una novedad y que los repuestos tenían que traerse del extranjero (y con la cortesía de los barcos a vapor). A ese precio, era mejor comprarse varios burros y montar una línea de transporte.

Para el cenit de los colmos, el infortunado, arruinado y desdentado chofer obedecía al nombre de Fernando Bustamante Morales, quien iba a ser, antes del siniestro, nada más y nada menos que compadre del mismísimo José Gregorio. ¡Sería su compadre! Resulta ser que el buen doctor había tratado con éxito a la madre y hermana de Fernando, y pues, tal parece que habían fraguado amistad y confianza suficiente como para pactar ser familia de alguna manera. Bueno, sí así son los amigos agradecidos, José, ¿qué os puedo decir?

Así, pues, es como ilustro uno de mis pavores: a través de la tragedia del Dr. Hernández. Una vida pulcra (desde el punto de vista católico) terminada en una tragicomedia digna de guión de novela. Como diría mi amigo Once-Once: “Leonardo Padrón, tírate un paso”

En lo que a mi respecta, invoco al Ánima de Taguapire para que mi fin coincida bajo las ardientes llamas del aliento de un dragón, bajo una lluvia de flechas envenenadas que transformen el día en noche mientras silban en su parábola, o quizás simplemente rodeado de conejitas Playboy en la mansión de Hugh. Las cosas hay que terminarlas bien.

Cordiales saludos. No olviden que son soberanos de su vida y de su muerte. Cuidado con la ponchera de la tortuga.
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domingo, 14 de agosto de 2011

SÚPER SMASH URBANO, PATOLOGÍAS MENTALES Y TETAS



"Super Smash"



Es bien conocida la afición de quien suscribe estas líneas por los animadores que son relativamente anónimos. Que personas sin ninguna otra virtud, más que sus talentos, realicen trabajos de envergadura, solo me hace querer agradecer el lado agradable de la globalización. De otra manera, estarían relevados a la ignominia.

Con el mismo nombre del popular videojuego, "Super Smash" es una animación que de primera vuelta revoluciona la forma de ver al mítico Mario Bros, a su hermano Luigi y al amable honguito. Usa todos los elementos clásicos que suelen involucrar a estos personajes (a Bowser, la flor de fuego, la princesa, los hongos), pero con un estilo juvenil y urbano contemporáneo, lleno de actitud y sin pacaterías.

Ferguson Winston es uno de esos animadores de talento que el internet alternativo se encarga de destacar. Con 25 años de edad, reconoce que sus gustos rondan, sobre todas las cosas, en el ámbito de la animación, la ilustración y todo lo artísticamente dinámico. En "Super Smash" también demuestra con generosas referencias esa afinidad que también reconoce en su carta de gustos: el breakdance.

La animación en cuestión promete acción de principio a fin, sin descanso. Todo lo importante está hecho principalmente gracias a la exigente técnica del frame per frame, aunque usa el tweening con sabiduría en son de ahorro de trabajo. No obstante, se puede ver un ligero abuso en la modificación de las dimensiones de los símbolos para crear efectos de animación; por ejemplo, cuando en un intento de hacer parecer un perfil en algunos de los personajes, toma el dibujo (el símbolo) y altera sus dimensiones haciéndolo más alto que ancho. Eso da la ilusión de perfil, de que el personaje está ladeado, pero solo por milésimas de segundo. No es un recurso que se deba usar en demasía.

Quien piense que animar consiste en cambiar una ilustración de posición, tiene una visión muy ingenua del asunto. Ferguson no la tiene, y sabe que para imitar un movimiento de forma agradable a la vista, el uso de las aceleraciones es importante. En un frame Mario pudiera amenazar con el puño a Bowser, y eso podría durar 1 o 2 segundos; pero al otro frame ya se puede ver el puño entrompando al personaje en un rápido desplazamiento. Mis felicitaciones por ello.

Todos los dibujos fueron realizados con lápiz óptico, y los juegos de sombras y colores fueron usados esencialmente en lo inmóvil o en lo trascendente. El gradiente de color tradicional de Flash fue suficiente para el autor. Asimismo, la edición es de tremenda calidad, así como el perfecto juego de tomas.

Que el corto se detuviera al final, y que se repita la animación gracias a un botón, hubiera sido ideal, pero se entiende que al final de tal trabajo lo único que se desea es compartirlo inmediatamente:




"Prof. Layton, pt. 6"


Esta animación es un ejemplo perfecto del cómo la calidad gráfica de un corto puede estar supeditada completamente a la calidad del sonido y del buen manejo de los recursos. Muchos animadores se esmeran en la ilustración de sus creaciones, cuestión que no es despreciable, pero que sin embargo Skaijo sabe compensar alternativamente con un excelente audio y con dosis generosas de humor.

Un buen entramado de diálogos en combinación con una excelente calidad de doblaje y sonido fueron la tierra firme de todo el trabajo realizado. Al mismo tiempo, una excelente edición con tomas variadas, dinámicas, acordes al contexto de cada escena, develan que lo que en apariencia parecía algo amateur, no es más que una buena propuesta profesional. Las ilustraciones simples, pues, se descubren a sí mismas como intencionales.

El corto es simpático y jocoso, y aunque los personajes no son más que retazos animados (solo hay que ver cómo fueron dibujados los brazos y manos, así como la carencia de cuellos), el trabajo se ha prestado -pienso- a la experimentación. Por ejemplo, el estilo de la animación principal es distinto al que se se observa en la escena de la televisión. También, existe una combinación de ambos estilos es las escenas finales. Vale acotar que Skaijo se ha prohibido utilizar colores "calientes" o fuertes en los escenarios, probablemente para establecer un claro contraste y protagonismo en los personajes. Esto es profesional, sin duda.

Sin más cháchara, la animación:




"The epic boobs of Ucogi"



Bueno, con este corto (realmente corto) romperé un poco los paradigmas de las tradicionales publicaciones de animación que he hecho. Debo hacerlo, en vista de que este trabajo, pues, ha captado mi atención. Y de muchas maneras...

Mi amiga La Monstrua no me cree, pero este movie clip, a la usanza animé, es un excelente trabajo de animación e ilustración. Y sí, es verdad, es bastante cachondo; también, lo admito. Me hipnotiza.

Ahora bien, más allá de lo evidente, ¿qué es lo apreciable de la animación? Su fidelidad. Aunque no parezca a simple vista, está compuesta de varias sub-animaciones (pequeños movie clips). El cabello, el flequillo, los ojos, los pechos, el torso, el lazo de la falda y las piernas están animados independientemente. Todos, a exceptuando los pechos, ha sido representado a través de pequeños y sutiles tweenings, moviendo los elementos (símbolos) lateralmente de forma cíclica.

Pero lo que gana más fidelidad, por razones evidentes, es la animación de los pechos. Aquí la técnica no es una simple interpolación de movimiento, sino una compleja animación frame per frame, en donde hasta el detalle de los dedos ha quedado reproducido. El cómo lo ha logrado, será susceptible de mis especulaciones, que de buena gana vislumbro viables.

Pienso que lo que ha hecho Veinom es "calcar" el video de cualquier señorita de generosas razones, importándolo a Flash, discretizándolo en frames individuales, y dibujando en una capa superpuesta cada uno de los movimientos. Esto lo hizo solamente para la parte de los senos, que es lo más complicado. Éste movimiento dura aproximadamente 4 segundos, lo que, a una velocidad (también aproximada) de 20 frames por segundo, me hace concluir que el autor tuvo que realizar alrededor de 80 dibujos para captar con la mayor realidad posible lo que quería expresar. Esto sin contar el juego con la la luz y el brillo, que también está interesante y merece su reconocimiento.

Por lo demás, la ilustración consta de los elementos tradicionales de elaboración que todo dibujo animé posee: dibujo del rostro y cuerpo en una capas inferiores, bosquejo de los brillos en capas superiores, eliminación de líneas, y voilá.

El trabajo, sin censura, puede ser visto en el siguiente link:



Cordiales saludos.

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domingo, 24 de julio de 2011

SINCRETISMOS PRESIDENCIALES


H
ay un estadio intelectual en donde nuestra fascinación natural por el mundo y sus misterios nos reduce a la burla propia de nuestro conocimiento. Y es que cada intriga resuelta, cada inquietud, cada teorema, deja más preguntas que soluciones. Son universos detrás del universo, son universos dentro del universo. Desde Sócrates hasta Voltaire, desde Newton hasta Ortega & Gasset, todos han convenido en que lo que sabemos es mera miseria ante lo que nos falta por descubrir. Esta ignorancia tan reveladora para nosotros mismos, es, paradójicamente, síntoma de sabiduría. “Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas” –decía el buen Einstein.

Bien, entonces, ya que en nuestra pequeñez no somos capaces de aprehender todo lo concebible, lo mejor que podemos hacer es concentrarnos cada uno en saber muy bien lo poco que se sabe. Se requiere disciplina, tiempo, profundidad y orden. Esto es útil para nuestro entendimiento de lo que hemos elegido indagar, pero a la vez tiene el valor agregado de facilitar el desarrollo y ascenso del conocimiento; pues resulta evidente que es más fácil “apoyarse en las espaldas de los gigantes” para escalar en vez de comenzar la subida desde el principio, cada quien por su destino.

Pero hay una ventaja adicional: la historia. Sin duda es reduccionista concebir la historicidad de los hechos como una linealidad o como una proporcionalidad, pero sí es categórico el ordenamiento de los sucesos para poder entenderlos. La historia, la raíz de todo presente, está más emparentada con el futuro que con el ahora. Todo saber ha tenido su devenir natural, su tiempo y momento, y algunos hasta su superación. Un estudio metodológico y paciente de lo que nos apasiona permite una visión holística con todos los demás saberes; pero, de manera importante, contribuye a forjarnos la historicidad de los hechos, a entrever un punto de partida, que es la base del “a dónde vamos”, de la meta. En muchas ocasiones, la meta es lo que seremos.

En lo que en el contexto venezolano atañe, ha sido muy difícil establecer una congruencia con todas las ideologías convergentes en nuestra actualidad. Se habla sin denuedo de cristianismos, marxismos, guevarismos, bolivarianismos y hasta de Nietzsche. ¿Qué es todo esto, sino un remarcable desorden de las ideas y de los saberes? ¿Qué es todo esto, sino un flagrante desconocimiento de la historia, y hasta una posible manipulación de la misma? Así como ocurre con las leyes, ocurre también con la historia: quien por ignorancia o por voluntad la desvirtúa, es un criminal.

Particularizando el discurso, no se puede entablar una cofradía, por ejemplo, entre el marxismo y el bolivarianismo, siendo que Marx catalogaba de Soulouque al prócer libertador. Es realmente complicado imaginarse un Marx asintiendo una doctrina bolivariana (sea lo que sea que sus portantes piensen que signifique tal cosa), cuando, sin nada que perder o ganar de América, a muchos kilómetros de indiferencia de Venezuela, aseguraba éste alemán que Bolívar era un mal remedo acobardado de Napoleón Bonaparte. Tan duro fue en su “Bolívar y Ponte”, que dicho intento de biografía oficial fue omitido.

Poco hay de consistente, a su vez, en un Bolívar emblema de una causa socialista. La unión de los pueblos americanos y la victoria sobre el yugo español poco tenía que ver con la toma de los medios de producción. Las ideas de Bolívar no eran radicalmente económicas; no podían serlo, pues los pensamientos del Libertador, si se me permite, eran muy naïve como para emparejarse con los de Marx o Hegel en esos menesteres. Mientras uno moralizaba convenientemente el ser español y el ser americano, repartiendo muerte y vida arbitrariamente a través de proclamas y demagogias, otros teorizaban una dialéctica y un materialismo histórico como base de un nuevo orden económico propuesto. ¿Que lo que tenían en común era la liberación de los pueblos? Quizás, pero liberaciones desde perspectivas muy distintas, e incluso contradictorias.

Una más grande confusión sobreviene cuando adjuntamos la teoría marxista con la cristiana. No puede haber misticismos en los apologistas de Marx, pues su teoría es rigurosamente materialista. Con bases en el materialismo del gran Feuerbach, Marx concluye que la religión (aparte de ser el opio del pueblo, valga el reduccionismo) es uno de los medios históricamente opresores del hombre. ¿Cómo es posible, pues, que un marxista esté besando crucifijos o invocando deidades? ¿Cómo es posible, pues, que un cristiano o cualquier otro religioso se denomine a sí mismo socialista, marxista o comunista?

No obstante, existe algo en común entre cristianos y socialistas: el estrato moral, y la incompatibilidad deMarxismos bolivarianos, cristianismos marxistas... sus ideas con el devenir natural de los fenómenos. El cristiano coloca el centro de gravedad de la vida en el más allá en vez de un más acá; y el socialista coloca el centro de gravedad de la vida en el idealismo y en el romanticismo, en vez de guardar concordancia con la praxis. En uno y en el otro se necesita una voluntad adicional, un forcejeo largo y extenuante, para que sus ideas cobren vida, lo cual evidencia la innaturalidad de ambos. Si la naturaleza se comportara bajo los preceptos cristianos o socialistas, ya estaríamos extintos.

Sirva lo inmediatamente anterior para introducir oportunamente lo que sería la nueva variante sincrética de la actualidad venezolana: la filosofía de Friedrich Nietzsche.

Nietzsche fue un incansable, profundo y agudo defensor de la aristocracia de espíritu, elevando como valores todas aquellas virtudes que expandieran el poder de lo vivo. Como tal, y como abogado de lo natural (incluyendo todo lo terrible, cruel y derrochador de la naturaleza), era defensor de un supremo respeto por el individualismo, de una moral propia, del escepticismo y de las jerarquías espontáneas de la vida. Como es de suponer, todo lo que defendía son los opuestos exactos de los estandartes teístas (sobretodo los cristianos) y estadistas.

Este filósofo no necesita escuderos ante las demagogias cuando se le citan frases como:

“¿A quién es a quien yo más odio, entre la chusma de hoy? A la chusma de los socialistas, a los apóstoles de los chándalas, que con su pequeño ser socavan el instinto, el placer, el sentimiento de satisfacción del obrero — que lo hacen envidioso, que le enseñan la venganza... La injusticia no está nunca en los derechos desiguales; sino en reclamar derechos «iguales»... ¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad, de la envidia, de la venganza.”

“Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: ‘Yo, el Estado, soy el pueblo’."

“El cristianismo ha tomado partido por todo lo que es débil, humilde, fracasado; ha hecho un ideal de la contradicción a los instintos de conservación de la vida fuerte; ha estropeado la razón incluso de los temperamentos espiritualmente más fuertes al enseñar a sentir como pecaminosos, como extraviados, como tentaciones, los supremos valores de la espiritualidad.”

“El cristianismo es una rebelión de todo lo que se-arrastra-por-el-suelo contra lo que tiene altura: el evangelio de los ’viles’ envilece...”

En comunicados recientes, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha resuelto encontrar inspiración en el libro más perfecto escrito por Nietzsche, “Así habló Zaratustra”. Como es de suponer, también ha dispuesto encausar forzosamente la filosofía de este autor para compaginarla con los ya sincréticos farfulleos que han sido comentados en un principio. Chávez afirmaba que veía “paralelismos entre las figuras de Jesucristo, Marx, Che Guevara, Bolívar y Nietzsche”; así como también aseguraba que el Súper Hombre de Nietzsche era muy similar al Hombre Nuevo Socialista, que se ha propuesto a impulsar.

Pues bien, estamos ante otro absurdo. No es que se tomen en serio estas melcochas oportunistas, cazadoras de mentes leves, así como tampoco son dignos de atención los murales con Jesucristo portando ametralladoras. Lo importante de todo esto (y casualmente es una idea de Nietzsche también) es que la historia documentada nada tiene que ver con congruencias ni con verdades; la historia es escrita por los que detentan el poder. El pasado, y por lo tanto el futuro, está en peligro cuando los poderosos marcan la línea editorial de los acontecimientos.

Por eso es una suprema irresponsabilidad que personas de alta influencia tomen a la ligera las palabras que brotan sin filtro de sus fauces. El peligro se acrecienta cuando estas mismas personas estilan ser ególatras y se ven a sí mismas como puntos de inflexión definitivos en el acontecer de los tiempos. Al presidente hay que sugerirle, además de que refresque las hazañas de un José Antonio Páez que se ganó su lugar en la historia venezolana con honor y sudor, que investigue muy bien el contexto y el trasfondo de las ideas que parecieran surgir de lo que lee. Pues, en “Así habló Zaratustra”, las alegorías a las ‘arañas con cruces’, al ‘espíritu de la pesadez’, a la transformación del camello en león y del león a niño; en estas y en otras ideas, se esconde un glosario personal de términos que solo es posible descubrir en “Sócrates y la tragedia”, en “Más allá del bien y el mal”, en la “Genealogía de la Moral”, en “El Anticristo”, y otros libros anteriores y posteriores al Zaratustra.

Y mucho antes de leer a Nietzsche, ¿por qué no se lee mejor “1984”? Después de 12 años y después de los ditirambos entre cuartas y quintas repúblicas, el doblepensar se ha hecho muy necesario para seguir respirando ese vaho político al que estamos acostumbrados. Cualquier parecido entre Eurasia y el Imperio es mera coincidencia…


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